Un artista genial viene a alterar este estado de cosas, un hombre que tiene la franqueza de exponer sus sentimientos sin vestiduras medievales, atreviéndose a pintar el alma de la Venecia libre y rica del Renacimiento, que después popularizó e inmortalizará Tiziano. Poco sabemos de este genio extraordinario, llamado vulgar mente el Giorgione, verdadero fundador de la pintura propiamente veneciana; la leyenda, para confundirnos más, ha mezclado con fábulas apócrifas lo poco que sabemos. de su vida. Era hijo de un hidalgo rústico de los Alpes Vénetos. En su país natal, Castelfranco, graciosa villa rodeada de torres cuadradas, en lo alto de una verde colina, se conserva todavía el bello cuadro de una Virgen, entre San Liberato y San Francisco, que se supone ser la imagen de la infiel amante del artista. Se decía que éste murió trágicamente de amor a los treinta y tres años, pero ahora resulta que murió víctima de la peste. Sus cuadros auténticos apenas llegan a una docena, y, con todo, a pesar de su corta vida y de una obra tan reducida, hubo de influir en el arte más que ningún otro maestro de su siglo. La fascinante personalidad de Giorgione explica que se haya escrito mucho en estos últimos tiempos acerca de su vida y su obra. Lo que parece seguro es que Giorgione nació en 1476 y hasta que pintó su cuadro de Castelfranco, en 1504, poco o nada conocemos de él. Allí le vemos aparecer ya con una sensibilidad especial, aunque trabajando dentro del estilo de Juan Bellini. Vasari también nos entera de que Giorgione no empezó a pintar en su manera moderna hasta 1507. y atribuye su cambio a la influencia de Leonardo, que estuvo por corto tiempo en Venecia. Sea como fuere, es evidente que sólo en esta fecha empieza lo que ahora hemos convenido en llamar giorgionismo, Veamos ahora los cuadros donde aparece este nuevo estilo y que, por tradición o con pruebas positivas, pueden atribuirse a Giorgione. Uno de ellos es la Venus del Museo de Dresde, joven desnuda, tendida sobre un manto en medio de un paisaje. La doncella duerme recostada sobre su brazo; es una virgen pura, digna de compararse con las selectas formas humanas que nos hacen conocer los mármoles antiguos. Tiziano, Ve lázquez, Goya y hasta Manet, cuando pintan desnudas las figuras femeninas, repiten. el tipo de la Venus de Giorgione en sus líneas generales, pero sin aquella castidad y belleza que supo infundirle el joven vene-ciano. Es realmente la creación de un tipo nuevo, tan importante y bien resuelto como en la antigüedad lo fuera la Venus de Praxiteles. Recostada, casi tendida, la Venus desnuda de Giorgione es una invención que las generaciones aceptan sin modificar apenas. Y que este cuadro debe atribuir se a Giorgione es innegable. En un escrito del 1525 se dice que en casa de Jerónimo Marcello, de Venecia, “había aquella figura de Venus desnuda durmiendo en un paisaje..” , aunque el paisaje se añade que fue terminado por Tiziano». He aquí ya la primera dificultad que reaparece en otros cuadros: Tiziano, influido por el giorgionismo, acaba o repinta algunos cuadros de Giorgione.
En otras obras, sin embargo, Giorgione trabajaría sin colaboradores. La alegoría que se supone representa a Moisés en la prueba del fuego está compuesta con tal sentido decorativo, que parece uno de los cuadros de Puvis de Chavannes. Más aún: ningún gran pintor de nuestros días se atrevería, como Giorgione, a trazar una composición tan sugestiva como el pequeño cuadro de La Tempestad. Es un paisaje fantástico, con árboles y torres, cruzado por un río, y sobre él un puente de ruralismo refinado; las nubes se agolpan en el espacio, cargadas de electricidad, y el relámpago hiende los aires. En primer término destacan, con una incoherencia que tan sólo el arte justifica, la figura de un joven con una pica y la de una mujer, casi desnuda, amamantando a un niño. Sea cual fuere el significado de este cuadro, el asunto ha servido únicamente para acumular las sensaciones de la tempestad y de la mujer, asociadas en la mente del artista tan sólo por una razón estética; hay la misma rapidez de transición de unas a otras sensaciones que en una sinfonía musical. Las formas no guardan relación lógica con las cosas naturales: están agrupadas por el ritmo del espíritu y no según las leyes del espacio y la realidad. De este cuadro hay también. referencias literarias: en el siglo xvt se le Llamaba el cuadro de la Tempestad, con un soldado y una gitana; después se le conoció como el cuadro de la familia de Giorgione, y Wickoff ha probado recientemente que el asunto del cuadro de La Tempestad está tomado de un poema de Stazio y los personajes son Adrasto e Hipsípila.
Un tercer cuadro acaba de retratar la personalidad de Giorgione; es el maravilloso Concierto campestre, del Museo del Louvre. Masas oscuras de árboles llenan el paisaje, contrastando con elegantes arbolillos de finas hojas, como los pintará después Tiziano. Dos muchachos elegantes, evidentemente artistas, sentados en el suelo, templan la guitarra, mientras sus dos compañeras, desnudas, una se entrega a la música y la otra vierte el agua en un brocal de mármol. Es un anticipo de la bacanal de Tiziano, aunque más intelectual y aristocrática. Manet, en nuestros tiempos, tratará de dar la misma nota con su cuadro Le déjeuner sur l’herbe, un grupo de dos artistas con sus compañeras, una de ellas desnuda, aunque más vulgar en todos los conceptos. Durante algunos años hemos visto atribuir este cuadro a Campagnola, a Sebastián del Piombo, a Tiziano y aun a otros, pero actualmente hay casi unanimidad en atribuirlo a Giorgione. La misma. dificultad se advierte y la misma solución se concede en otras pinturas, como la de los tres enigmáticos personajes, que a unos pa recen tres filósofos y a otros tres personificaciones de las edades de la vida o de las artes, pero indiscutiblemente seres de gran elevación moral y rodeados de un paisaje apropiado para altas investigaciones. Así mismo se tiende a atribuir a Giorgione la concepción del famoso Concierto, en el palacio Pitti, aunque pudiera haber sido terminado y hasta acentuado su carácter giorgionesco por el propio Tiziano. Sobre un fondo negro se destacan tres figuras de tañedores: el del clavicordio, de manosahladas y lleno de emoción aún por efecto de la música que acaban de ejecutar; el del bajo, un hombre calvo, ya más exper to en estas embriagueces espirituales, coloca su mano, para sosegarlo, sobre el hombro del que está sentado delante del clavicor dio: el del violon es un joven con un pe nacho de plumas que ha participado en la gran realización del arte sin darse cuenta ni percibir rastros después de su paso. Sea de Giorgione, sea de Tiziano, esta obra es giorgionesca. ¿Y qué es, pues, el giorgionismo? Difícil es contestar a esta pregunta sin escribir un largo discurso de estética, pero podemos concretar el estado actual de la cuestión. Técnicamente, las innovaciones que caracterizan el estilo de Giorgione son cierto sfumato en la luz que hace las sombras vivas e interesantes, y una moderna percepción del paisaje como un ente espiritual. Ya no encontramos aquellos arbolitos académicos de la escuela toscana y aun de Bellini, sino un paisaje que palpita rebosante de sentido. Estas notas venecianas de la pintura son la contribución de Gior gione, haciendo dar un nuevo paso al arte italiano. Pero, además, hay en Giorgione algo que no es técnica, ni composición, ni colorido: algo esencialmente giorgionesco. un sentir la vida como un todo, un rebosar el pensamiento de la forma, un general difundirse más allá de la lógica. Por esto es difícil casi siempre precisar lo que re presentan los cuadros de Giorgione y definir su asunto,
Giorgione fue también el primero que dio a sus retratos esa singular vibración de la personalidad que se encuentra después en Tiziano y más aún en el Greco, quien, como veremos, se educó en Venecia. Sus retratos no sólo reflejan el espíritu de la persona retratada, sino que proyectan con gran fuerza su carácter hasta más allá del momento de actualidad en que el pintor la ha sorprendido: se adivinan hasta su pasado y su futuro concentrados en un aspecto de su vida.