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Antonio van Dyck llevó el arte del retrato a su máxima expresión durante su estancia en la corte de Carlos I de Inglaterra. Sus retratos combinan elegancia, sofisticación y un agudo sentido psicológico.
Van Dyck representó a la aristocracia inglesa con una sensibilidad que trascendía la simple representación física, como se ve en su famoso retrato de Carlos I a caballo.
Su legado perduró mucho tiempo después de su muerte, consolidándose como uno de los grandes maestros del retrato europeo.