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El retrato se convirtió en uno de los géneros más importantes en la pintura holandesa del siglo XVII, reflejando la mentalidad burguesa de una sociedad orgullosa de sus logros y estatus. Artistas como Frans Hals y Rembrandt llevaron este género a nuevas alturas, explorando no solo la fisonomía de sus modelos, sino también su carácter y emociones.
Hals, con su estilo suelto y enérgico, capturó la vitalidad de sus retratados, logrando una sensación de inmediatez y espontaneidad. Por otro lado, Rembrandt profundizó en los aspectos psicológicos, creando retratos que transmiten una rica vida interior. Su obra maestra, “La lección de anatomía del Dr. Tulp”, es un ejemplo de cómo combinó el retrato con la narrativa.
El auge del retrato en Holanda también respondió a una demanda creciente por parte de una burguesía que buscaba inmortalizarse en obras de arte. Este género no solo documenta a los individuos, sino también los valores y aspiraciones de una sociedad en pleno apogeo económico y cultural.