Obras colosales de ingeniería, parecidas a los puentes, eran los acueductos para conducir el agua a las ciudades. Uno de ellos, el Pont-du-Gard, en Provenza, es un verdadero puente que atraviesa el Ródano con sus tres pisos de arcadas, corriendo el agua por un conducto superior. El Pont-du-Gard, de altura extraordinaria, desafía aún con su magnitud la grandeza de aquel solitario paisaje de la garganta del Ródano.
En España tenemos también casi intacto el acueducto de tres pisos de Segovia, y aún quedan en pie los restos colosales del que debía de ser el mayor de todos: el de Mérida, acaso ya del siglo V. Como ejemplo de acueducto romano de dos pisos puede citarse el puente del Diablo, en Tarragona. En el África romana abundan también los acueductos, ya que el agua era la mayor preocupación de los colonos de aquellas provincias.
Había allí, además, un sistema completo de aprovechamientos de las aguas del invierno, con pantanos para embalsarlas y canales para conducirlas en las vertientes, a fin de que no se perdiera una sola gota. Los modernos colonos de Argelia y Túnez no hacen más que restaurar este sistema hidráulico de los romanos: levantan de nuevo los muros de contención de los estanques y limpian los antiguos conductos de agua en las lomas de sus pequeños valles.
Las puertas de las ciudades acostumbraban estar flanqueadas por dos torres de defensa, lo mismo en Roma que en provincias. En España, muchas ciudades conservan aún las puertas romanas de sus recintos de murallas, aunque modificadas y embellecidas en la Edad Media. Las murallas estaban a veces interrumpidas por torres cuadradas o circulares, como en Lugo, que conserva aún intacto todo el recinto. Quedan también grandes trozos de murallas en Tarragona, León, Ávila, Toledo, Mérida y Córdoba.
El interior de una ciudad romana estaba generalmente urbanizado según el antiguo patrón itálico, que imponía las dos vías principales: el cardo y el decumano, que debían cruzarse en ángulo recto. Este sistema era aplicado con más o menos rigor según los accidentes del terreno y muchas veces quedaba desfigurado por algún ensanchamiento posterior del plano de la ciudad; pero casi siempre pueden reconocerse todavía estas dos vías en las ciudades de origen romano.
El cruce acostumbraba reservarse para foro, gran plaza a menudo porticada, con tiendas en su rededor, donde se hallaban la basílica y el templo. El mejor ejemplo conocido de foro de una pequeña ciudad de segundo orden es el de Pompeya, con su plaza rectangular, con las columnas nuevas de mármol que se estaban colocando cuando ocurrió la destrucción; en cambio, en su parte antigua todavía quedan las columnas de ladrillo estucado.
En el fondo del Foro de Pompeya se ve aún el alto basamento o podium con parte de las columnas del templo principal de la ciudad; a cada lado se levantan aún los arcos de triunfo, descarnados de sus mármoles y dedicados a dos emperadores, y que servían como puertas de ingreso a la gran plaza monumental. En una ciudad de África, Timgad, fundada por Trajano al comenzar el segundo siglo, la cual acaso, después de Pompeya, es el conjunto de ciudad romana mejor conservado, tenemos otro ejemplo de foro con pórticos, fuentes y letrinas públicas. En el fondo está el templo principal, y no falta el correspondiente arco dedicado a Trajano, fundador de la colonia.