Elemento indispensable de una ciudad romana de provincias era el anfiteatro. Sorprenden las colosales ruinas de ciertos anfiteatros de las provincias de África, donde hoy no queda rastro de las ciudades que surgirían a su alrededor. En Provenza se conservan los dos anfiteatros de Nimes y Arles, con sus fachadas de pórticos, que reproducen en menor escala el anfiteatro Flavio de Roma. Iguales o muy parecidos son los anfiteatros de Padua y Verona, en Italia; el de Pola, en Dalmacia, El-Djem, en África. El de Pompeya está algo apartado de la ciudad, porque se aprovechó una vertiente natural de la montaña para la mitad de sus graderías; la otra mitad está ya construida con bóvedas y muros de sostenimiento.
De todos los anfiteatros romanos que se conservan hasta nuestros días, el de Pompeya es sin duda alguna el más antiguo; muchas inscripciones que a él hacen referencia revelan que en la ciudad era conocido por antonomasia con el nombre de espectáculo. En Pompeya existen frescos con escenas de combates de gladiadores e inscripciones que ponen de manifiesto el gran interés que sentía la población por dichas fiestas; sabemos de las prodigalidades de algunos próceres romanos, quienes, durante sus temporadas de veraneo en Pompeya, obsequiaban a los habitantes de la ciudad con juegos y festejos en el anfiteatro.
En España subsisten restos del anfiteatro de Tarragona. Son visibles, aunque muy destruidos, los perímetros elípticos de los de Itálica, Mérida y Toledo, y también se ha descubierto un anfiteatro en Ampurias. Las gradas estaban apoyadas sobre un enorme macizo de hormigón, que tiene dentro, hábilmente dispuestos, los corredores abovedados para el ingreso y la salida de los espectadores.
Además del anfiteatro, la mayoría de las ciudades romanas de alguna importancia solían tener un teatro. Son dignos de mencionarse, como ejemplo de los mejor conservados de todo el Imperio, el teatro de Orange, en las Galias; el de Aspendos, en Asia Menor; el de Bosra, en Siria; los de Timgad y de Thugga, en África; los de Mérida, Ronda y Sagunto, en España.
Otro elemento importantísimo de una ciudad romana eran las termas o baños públicos, como los que encontramos en Pompeya y en Timgad, perfectamente conservados. Además de estos baños urbanos, se encuentran termas en todos los lugares del Imperio donde existían aguas medicinales (Aquae calidae, en español caldas). Las había hasta en Asia y en Bretaña; citemos, como ejemplo, los baños de Bath, en Inglaterra, que muestran todavía ruinas de las termas romanas.