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En Rusia, el Neoclasicismo se manifestó principalmente en San Petersburgo, donde arquitectos locales y extranjeros trabajaron para crear un estilo que fusionara la monumentalidad clásica con la grandeza imperial. El Palacio del Hermitage, con sus atlantes que evocan los soportes del templo de Júpiter en Agrigento, es un ejemplo sobresaliente de esta tendencia.
Durante el reinado de Catalina la Grande, el Neoclasicismo se convirtió en el estilo oficial del Imperio Ruso. La emperatriz encargó numerosas obras inspiradas en la antigüedad, incluyendo la ampliación del Hermitage y la construcción de edificios públicos. Este estilo no solo marcó la arquitectura, sino también las artes decorativas y el diseño interior.
La influencia del Neoclasicismo en Rusia continuó durante el siglo XIX, dejando una huella duradera en el paisaje urbano de ciudades como Moscú y San Petersburgo.