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La escuela valenciana desempeñó un papel fundamental en la introducción del renacentismo en España. Antes de que las influencias italianas llegaran directamente a la Península, pintores como Rodrigo de Osona y Pablo de San Leocadio ya habían comenzado a incorporar elementos renacentistas en sus obras. Estos artistas, junto a Fernando de Llano y Yáñez de Almedina, representaron un puente entre las tradiciones góticas y las nuevas corrientes artísticas que surgían en Europa.
Rodrigo de Osona y su hijo Rodrigo de Osona el Joven trabajaron en Valencia, dejando un legado de obras que destacan por su colorido vibrante y su detallismo, influenciado por los primitivos flamencos. Por otro lado, Pablo de San Leocadio, un italiano que se estableció en Valencia, introdujo una técnica más sofisticada basada en su formación en Italia. Juntos, establecieron las bases para el desarrollo de una tradición pictórica única en la región.
La influencia de esta escuela no se limitó a Valencia. Sus innovaciones técnicas y estéticas se extendieron por otras regiones de España, preparando el terreno para la llegada de artistas italianos y la adopción plena del renacentismo. Este momento de transición marca un capítulo crucial en la historia del arte español.