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Pedro Berruguete es considerado el primer gran pintor renacentista de Castilla y una figura clave en la transición del arte gótico al renacentista en España. Sus obras reflejan la influencia italiana que adquirió durante su estancia en Urbino, un importante centro artístico de la época. Allí trabajó junto a maestros como Justo de Gante y Melozzo da Forlì, lo que marcó profundamente su estilo. La combinación de elementos flamencos y renacentistas lo convierte en un precursor de las corrientes que dominarían el arte español durante el siglo XVI.
Uno de sus trabajos más destacados es el altar de Ávila, cuyas tablas, en parte, se conservan hoy en el Museo del Prado. Estas piezas muestran escenas de la vida de los santos con un estilo caracterizado por su sobriedad y un profundo realismo. Aunque algunos críticos han señalado cierta austeridad en sus composiciones, esta cualidad refleja el carácter espiritual y contenido de la época.
El legado de Berruguete no solo se limita a sus propias obras, sino también a la influencia que ejerció sobre la pintura española posterior. Es considerado el punto de partida de una tradición artística profundamente arraigada en el realismo y la devoción religiosa, características que definirían a muchos de los grandes maestros que le siguieron.