Quien desapasionadamente trate de describir el arte de nuestro siglo habrá de reconocer que en todos los terrenos, especialmente en pintura y escultura, se han realizado grandes cambios: unos en sentido de positivo avance, mientras que otros se han revelado abocados a la frustración. La sensibilidad artística se ha encaminado por senderos que la alejan, cada vez más, del antiguo concepto de lo bello, y no es inexacto afirmar que la lucubración intelectual es hoy, para los artistas, un acicate que actúa con mayor frecuencia que el deliberado acercamiento a la naturaleza.
El camino seguido por pintores y escultores en pos de sus nuevas aspiraciones es lo que ahora nos incumbe explicar. Lo haremos comentando principalmente las directrices del moderno arte francés, ya que París ha sido el centro donde se han forjado, o al que han confluido, las tendencias que en esos tiempos han tenido mayor repercusión. Trataremos, pues, en pocas páginas, de lo que va del impresionismo al arte abstracto, curso que abarca (a partir de hacia 1885) la crisis de la pintura impresionista, el simbolismo sintetista, el estructuralismo cezanniano, las primeras inquietudes expresionistas, los fames, el rubismo, la plena difusión del expresionismo, con el surrealismo pictórico, y por último, la aparición de las tendencias abstractas. Todos estos cambios marcan las etapas de una época eminentemente revolucionaria, durante la cual se han ido abandonando, sucesivamente, las principales conquistas artísticas realizadas bajo el signo del Humanista sa Dimanche après-midi à l’ile de la nismo. No creemos, sin embargo, que esto valga tanto como decir que el arte se ha deshumanizado definitivamente, aunque por lo pronto reviste una serie de valores que se muestran todavía inciertos.
Desde poco después de 1880 el impresionismo estaba en crisis y en la liza del art vivant (antítesis del arte académico) no tardarían ya en aparecer radicalismos e innovaciones. Así, el parisiense Georges Seurat (muerto en 18g a 2 años) quiso dar base rigurosamente científica a la técnica que los impresionistas habían empleado hasta entonces de un modo intuitivo. En el Salón de la Société des Artistes Indépendants, creado en 1884. expuso su Raignote A Asnières, y dos años después manda a la última exposición del grupo impreso Grande Jatte. Ambas obras ambicionaban la evocación de un momento, pero no fueron pintadas al aire libre, sino en la quietud del taller. La paleta en que se pinta la Tarde del Domingo era la estricta impresionista, pero aquí su autor substituye las pinceladas yuxtapuestas, propias del impresionismo, por diminutas manchitas circulares que llenaban por completo la superficie del cuadro y mediante las cuales había intentado conseguir nuevos efectos de vi de los impresionistas había nacido una bración cromática. Con esta obra del jefe una nueva tendencia pictórica: el puntillismo.
Partiendo de la Ley del contraste simultáneo de los colores formulada por el físico Chevreul, aspiro Seurat a reemplazar ventajosamente los efectos luminosos de los impresionistas por una síntesis cromática que se operaría en la retina del observador, Sento además una ley de alcance estético, basada en la armonía de los tonos y el valor de las líneas constructivas. Su seguidor Paul Signac fue el gran propagandista de la tendencia, a la que se sumaron Cross, Luce y algunos otros pulcros pintores, y en la que se ensayaron, con Pissarro, Gauguin y Van, Gogh, y aun después el español Regoyos Con Gauguin, Van Gogh y Toulouse Lautrec nos enfrentamos con tres personajes de vida apasionante. Alterando un poco el orden cronológico, trataremos primero de Henri de Toulouse-Lautrec, cuya pintura (que tuvo su apogeo hacia 1895) se sitúa en la línea de atenta observación realista seguida ya antes por Manet y Degas.
Nacido en Albi en 1864 y muerto en 1901 a consecuencia del abuso del alcohol, en el chateau de Malromé (Gironda), descendía de una rama de la antigua familia condal de Tolosa. Fruto poco logrado de un añoso linaje, se había fracturado siendo niño ambas piernas en dos sucesivas caídas, y a consecuencia de ello quedó convertido en una especie de enano grotesco. Durante su adolescencia trazó apuntes de caballos y después, con briosa modernidad, había pintado escenas de carreras. Fue más tarde, por poco tiempo, alumno de Bonnat y de Cormon en Paris: pero pronto instaló su taller en el corazón de Montmartre y sus modelos fueron, desde entonces, los payasos y acrobatas circenses, y la fauna de los prostíbulos en y caf con’s que frecuentaba en sus correrias de noctambulo, en especial los artistas y espectadores del cabaret artistique de Arístides Bruant o del Moulin Rouge, con la disease Yvette Guilbert, la cantante in glesa Jane Avril, la danzarina de cancan la Goulue y su pareja Valentin le Desosé, o el negrito Chocolat. Estos son los protagonistas de lienzos admirables por su aguda captación del movimiento, las expresiones y los efectos de luz. El japonesismos (que ya habían puesto a contribución Degas y Gauguin) halló en estas escenas aplicación destacadisima, y no debe extrañarnos, pues que Toulouse-Lautrec se sintiera atraído por el cultivo del cartel y de la litografía colores, modalidades artísticas que revolucionó. Pintó también con nerviosa factura retratos al óleo y estudios al pastel. los cuales no se explicaría satisfactoriamente el primer estilo, entre parisiense y barcelonès, de Pablo Ruiz Picasso, Es lástima que no tengamos espacio para narrar la ajetreada existencia de Paul Gauguin con la extensión que se merece su lúcida e irreductible personalidad. Nació en París en 1848: por parte de madre era nieto de la escritora franco-peruana Flora Tristán, y por azares de la familia que pasó 4 años en Lima. Después navegó en la marina mercante, y en 1871 ingresó en el despacho de un agente de Bolsa. Casó en 1873 con la joven danesa Mette-Sophie Gad y en 1874 comenzó a pintar por afición, y gracias a Pissarro, que le influyó mucho en sus comienzos, expuso varias veces con los impresionistas. En 1889 abandonaba su empleo para dedicarse at la pintura, con lo que, de su relativa prosperidad, pasa a conocer la estrechez. Su situación pronto se hizo crítica, y con Mette y sus cinco hijitos determinó trasladarse a Copenhague, donde sus planes hallaron, en la burguesa familia de su mujer, una fría acogida. Mette y los cuatro niños menores (entre ellos Aline, cuyo posterior fallecimiento tanto desoló a su padre) quedaron Dinamarca, mientras Gauguin y el hijo mayor, Clovis, que murió pocos años después, regresaban a París, donde padre e hijo pasaron no pocas privaciones. Para ver de avizar su situación económica Gauguin marchó a Panamá, dispuesto a emplear se en las obras del canal, en un viaje que derivò hacia la Martinica; después, entre los años 1886 y 18go, se instaló varias veces en Bretaña (en Pont-Aven y en Pouldu), donde rodeado de jóvenes pintores enamorados del paisaje de Bretaña, ejecutó algunos de sus lienzos más famosos, como El Cristo amarillo y Visión después del sermón. En 1886 había encontrado en Montmartre a Van Gogh, quien en otoño de 1888 le animó a trasladarse a Arles, donde estaba pintando. Este contacto entre dos temperamentos tan distintos terminó el 23 de diciembre de aquel año, cuando Van Gogh, enloquecido, tras intentar agredir a Gauguin, hubo de ser encerrado después de cercenarse la oreja derecha. Gauguin definió en Pont-Aven su idea rio estético, que, recogido por Paul Sérusier, abarca dos principales aspectos: el simbolismo», esto es, la exteriorización de una idea poética mediante símbolos, y el sintetismo», o sugestión de impresiones mediante grandes manchas de color puro.