Contemporáneo de Giorgione fue el singular artista llamado Palma, quien, aunque no hubo de añadir ningún aspecto nuevo a la pintura veneciana, se anticipa en varios aspectos a Tiziano y a su ideal espléndido de belleza. Porque lo que era una anticipación en Giorgione, se hace frecuente y abundante en Tiziano. Como Giorgio ne, era también Tiziano oriundo de la región de los Alpes vénetos, tan riente, verde y luminosa. Piave de Cadore, donde nació, es un pueblecito del sur del Tirol, en las montañas generalmente conocidas por las Dolomitas. Su padre, el conde Vecelli, digno soldado de la República, envió al pequeño Tiziano a Venecia, al cuidado de su tío Antonio, con propósito de hacerle abogado; pero a los veinte años la vocación del joven estaba bien declarada por la pintura. No sabemos exactamente en qué taller hizo su aprendizaje, pero lo cierto es, como ya hemos dicho, que en 1507 ayudaba a Giorgione en la pintura de unos frescos, hoy desaparecidos, que éste hizo para el Fondaco o casa gremial de los alemanes en Venecia. Esta es la primera noticia que tenemos de Tiziano como pintor. Pronto su reputación fue tan grande, que se disputaba con el viejo Juan Bellini los cargos honoríficos que éste venía disfrutando hacía muchos años. Las dos escuelas, que apenas se habían contrastado en tiempo de Giorgione, se presentan opuestas con la juventud bravia de Tiziano. Después de la muerte de Juan Bellini, en 1516, resulta indiscutible el triunfo del espíritu nuevo, representado por Tiziano. En su larga carrera de artista, éste como rey de la pintura, se codea con los grandes de su siglo. Sólo Rubens, más tarde, llega a tener una familiaridad comparable a la de Tiziano con los poderosos de su tiempo. No sólo los príncipes de Italia, los papas, los cardenales y las corporaciones populares solicitaban sus cuadros y retratos, sino que las casas reales que entonces pretendían la hegemonía política de Europa se lo disputaban como pintor áulico para honrarse con sus servicios. Quiso atraérselo el rey de Francia Francisco I, de quien hizo el maravilloso retrato que se conserva en el Louvre, pero Tiziano se decidió al fin por la casa de Austria, sin duda por su afinidad con Carlos V. El primer encuentro de Tiziano con el emperador tuvo lugar en Bolonia en el año 1532, y desde entonces puede decirse que aquel maestro no hizo más que pintar para la corte de España. En el año 1540, a la mitad aproximadamente de su carrera artística, esta protección se hizo oficial, concediéndo un sueldo anual de 200 coronas, que se aumentó luego hasta 400 por mediación del marqués del Vasto. Felipe II, que a pesar de su supuesta austeridad era gran coleccionista y amante de las obras de arte, continuó dispensando decidida protección al gran pintor de Venecia. Una vez que, por haberle sido pagada con retraso su pensión, el pintor hubo de quejarse al rey ca tólico, porque, siendo capaz de conquistar el mundo, no podía conseguir que le obedecieran sus ministros», Felipe II se puso de parte de Tiziano, ordenando severamente al gobernador de Milán el más exacto cumplimiento de ésta que consideraba atención principalisima. El emperador Carlos V, por un decreto firmado en Barcelona el otoño de mayo 1533, le había nombrado conde palatino de: Imperio y caballero de Santiago.
Tiziano fue siempre un perfecto vene ciano; sólo una vez estuvo en Roma y – dos en Alemania del Sur, en el castillo de Augsburgo. La primera vez en el año 1548, para pintar dos retratos del emperador Carlos V: uno a caballo, que es el que está en el Museo del Prado, y el otro el de la Pinacoteca de Munich. Su segunda visita a Augsburgo fue en el año 1550 para hacer el retrato de Felipe II, que debía enviarlo a María Tudor y hoy ha desaparecido. Desde entonces Tiziano se hizo cargo de la figura del monarca, al cual no debía ver ya más y cuyo retrato continuaba repitiendo de memoria: por esto en todos los retratos y alegorías de Tiziano aparece Felipe II siempre casi de la misma edad. Así pinta glorificaciones del rey o de España como defensores de la fe y eleva a la categoría de héroe antiguo a su protector el marqués del Vasto en el cuadro que está hoy en el Prado, donde representa al caudillo castellano arengando a los tercios de Italia.
Tiziano conduce a menudo la pintura veneciana hacia estas glorificaciones cívicas de algún personaje o familia principal. Su primera obra de este género es la admirable Madona de Pésaro, que pintó para conmemorar la victoria del obispo-soldado de Pésaro contra Carlos VIII. La Virgen aparece en lo alto de un basamento, y a sus lados están San Pedro y San Francisco. Los miembros de la familia de Pésaro están arrodillados, a la manera habitual de los donantes: un capitán tremola ante la Virgen el estandarte papal de los Borja con el laurel de la victoria. Levántense en el fondo las grandiosas arquitecturas decorativas que quedarán como tradicionales de la escuela de Venecia.
Tiziano hubo de pintar, como es natural, bastantes cuadros con asuntos religiosos; al rey de la pintura le encargarían a menudo imágenes piadosas las corporaciones y los cabildos. Una de sus composiciones juveniles es la famosísima “Assumpta de la iglesia de los franciscanos”, que fue después imitada por Tintoretto y por el Greco. Es una composición que recuerda algo la Transfiguración de Rafael, con la escena dividida en dos partes: la superior ya celestial, donde surge la Virgen entre ángeles, y la de abajo, en el suelo, con los discípulos que descubren vacío el sepulcro. Más para Tiziano, lo mismo que para Botticelli, no existían en modo alguno dos mundos. separados y contradictorios; no tuvo ciertamente que convertirse para pintar asuntos religiosos; hay tanta dignidad en la naturaleza humana y tan noble belleza en los cuerpos profanos como en aquel de la hermosísima Madona popolana de Venecia que asciende a los cielos. Una Dánae o una Magdalena son totalmente indiferentes para Tiziano.
El gran pintor se mostró siempre enemigo de abandonar su casa, que era el centro de la intelectualidad sensual y refinada de Venecia. Habitaba en el barrio de Biri la Grande, que era entonces el más elegante, frente a las lagunas de Murano. Desde las ventanas de su taller podía divisar las crestas lejanas de los Alpes, donde vegetaban los viejos árboles y se deslizaban los frescos y plácidos riachuelos que había contemplado en su infancia y que ahora reproducía con tanto amor en los fondos de sus cuadros. Muerta su esposa Cecilia en 1536, su hermana Orsa cuidaba de la casa y de sus tres hijos: Pomponio, Horacio y Lavinia; ésta le servía de modelo para sus cuadros, Es probable que para la espléndida Flora, de la Galería de los Uffizi, y la Salomé, del Museo del Prado, le sirviese de modelo su hija Lavinia.
Tiziano se mantuvo siempre en relación con los príncipes del norte de Italia, sobre todo con los señores de Mantua y Ferrara, donde iba a menudo, descendiendo el curso del Po. En Ferrara conoció a Ariosto, con el que estrechó lazos de fraternal amistad y del que pintó un retrato admirable que se conserva hoy en la Galería Nacional de Londres.
Puede decirse que en su casa halló refugio Pedro Aretino, expulsado de Roma por la obscenidad de sus escritos. En un cuadro del Veronés, el de Las Bodas de Cand, hay un grupo de artistas al lado de la mesa, conversando y ejecutando música: son los literatos huéspedes del taller de Tiziano, que le familiarizarían en los conceptos de la fábula y la mitología clásicas; de otro modo no se explicaría aquella resurrección del espíritu pagano, tan perfecta que parece volvernos a los tiempos helenísticos.