Colonia, que ya había sido maestro de la obra de la catedral en 1466. La labor que Simón de Colonia hubo de realizar en la capilla del Condestable reúne a la suntuosidad de la capilla de Mendoza el buen gusto de las mejores obras flameantes borgoñonas y alemanas. Dos sepulcros se hallan en el centro, como suntuosos sarcófagos, sobre los cuales descansan tendidas las estatuas del Condestable y de su esposa. La composición general de la capilla resulta también mucho más ordenada que la de la capilla de Mendoza; las paredes están decoradas con grandiosos escudos de piedra, y en lo alto corre una bellísima galería. Los retablos, también de piedra, son obra de un colaborador de Simón de Colonia, llamado Gil de Siloé, a quien la reina Isabel encargó la decoración de la capilla sepulcral de sus padres el rey Don Juan II y Doña Isabel de Portugal, en la cartuja de Miraflores, y cuyo sepulcro del doncel don Juan de Padilla ya hemos mencionado en el volumen anterior.
Enrique Egas: Fachada del Hospital de la Santa Cruz, en Toledo.
Éstas son las figuras artísticas más eminentes del reinado de los Reyes Católicos: Egas, Guas, Siloé y Simón de Colonia; nombres que subsisten unidos a grandes obras, pero que no evocan aún en nosotros el recuerdo de una personalidad espiritual bien caracterizada. Su origen y su vida son todavía enigmáticos; sólo sus obras siguen pregonando su gran fantasía decorativa y la nacionalización profunda de su espíritu en el noble solar de Castilla, donde encuentran una generación sedienta de grandeza. Sin embargo, el que contemple con atención los monumentos citados en las páginas anteriores, acaso encontrará que poco o nada tienen de las formas clásicas tradicionales que restaura en Italia el Renacimiento. Más adecuados serían, al parecer, como manifestaciones locales en Castilla de la escuela borgoñona que de un arte nacional, y sobre todo fuera de la órbita advierte en la literatura, y no obstante, siempre de lo que llamamos el Renacimiento. Pero la misma vacilación se hemos considerado al marqués de Santillana y al marqués de Villena como dos precursores del Renacimiento en Castilla, aunque visten y hablan a veces como hombres medievales. En los graciosos Cancioneros del tiempo de los Reyes Católicos, que son las manifestaciones poéticas más interesantes de la época, como el cancionero de Gato o el de Baena, las imitaciones del Petrarca están mezcladas con sátiras y le trillas también tradicionales castellanas.