
El Neoclasicismo no solo fue un movimiento estético, sino también político. En la Francia revolucionaria, los ideales clásicos de la República Romana inspiraron tanto el arte como las instituciones. La Asamblea Nacional encargó a Jacques-Louis David obras como El Juramento del Juego de Pelota, que celebraban los ideales de libertad, igualdad y fraternidad.
El arte neoclásico de esta época reflejaba los valores revolucionarios mediante su austeridad y simbolismo. Los emblemas tradicionales del Rococó fueron reemplazados por águilas, coronas de laurel y figuras heroicas que evocaban el civismo y la virtud de la antigüedad.
Durante el Imperio Napoleónico, esta tendencia se acentuó. Napoleón utilizó el arte para glorificar su régimen, encargando monumentos como el Arco del Triunfo y la Columna Vendôme, que imitaban modelos romanos.