Las líneas sinuosas que separan en los cuadros estas superficies de tonalidad uniforme contribuyen a estructurar (como ocurrió después en las marqueterías que adornan los muebles del modern style una perspectiva expresada en verticalidad, y vienen a ser algo a manera de los tabiques metálicos que separan los campos de una placa de esmalte cloisonné: de ahí el terminajo cloisonnisme, con que un pedante pintor de la Escuela de Pont-Aven, Emile Bernard, bautizó este estilo.
Este nuevo estilo lanzado por Gauguin, concebido con profundo desdén de la perfección clásica, implica un retroceso hacia lo primitivo, Gauguin realizó plenamente este ideal cuando liquidó sus cosas y se marchó a Tahití. En esta primera estancia en la Polinesia (1891-1893), trabajó con ardor en sus creaciones exóticas de admirables aciertos de colorido. En 1893, obligado por la penuria, regresó a París y la providencial muerte de un tío suyo le proporcionó. incluso, medios para llevar una vida extravagante. Dos años después, regresaba asqueado a aquella isla francesa de Oceanía, donde prosiguió creando sus pinturas basadas en la vida de los indígenas, hasta que, obligado por la pobreza a buscar nuevo emplazamiento, se trasladó a la Dominica, en las Marquesas. Allí, en 1903, murió en su chora, vencido por los achaques y completamente solo.
Gauguin fue considerado por los literatos simbolistas como el máximo representante de esta tendencia en la pintura. También él fue literato, aunque sus escritos (Nou Noa, Avant et Après) no sean propiamente obras de literatura simbolista. En cuanto a sus pinturas, si es verdad que por la intención caen dentro del simbolismo, ninguna de ellas dejó de basarse en motivos reales. Sin duda a otro artista, Odilon Redon, que hoy es considerado como un precursor del surrealismo pictórico, el epíteto de simbolista cuadraba mucho mejor.
Si Van Gogh hubiese puesto fin a su existencia diez años antes, hoy no se hablaría de él. ¡Pobre Fincent! Su vida fue un titánico esfuerzo por hallar explicación al interrogante que para él constituía el sentirse poseído de una gran fuerza interiora la que no hallaba aplicación. Fue un tarado psíquico (de esto no hay duda) que sucumbió en la lucha contra su mal. Nació en 1855 en Groot-Zundert, en la provincia meridional holandesa de Brabante, hijo del pastor de aquella población. Gracias a un tío suyo se le empleó en la sucursal, en la capital de Holanda, de la Casa Goupil. dedicada al comercio de grabados artísticos, pero por sus brusquedades se le hubo de trasladar de La Haya a Bruselas (donde le sucedió en el empleo su hermano menor Theo, que fue siempre su ángel tutelar) y a París, hasta que en 1876 tuvo que ser definitivamente despedido. Fue después maestro en Londres, empleado de librería en Dordrecht, y aunque (al sentirse con vocación evangelizadora) fracasó en el estudio de la Teología en Amsterdam, tras una corta preparación en un centro protestante de Bruselas obtuvo una plaza de misionero evangelista en la fuliginosa comarca minera del Borinage, y en 1879 ejerció temporalmente de pastor en la localidad de Wasmes. Sin embargo, sus extrañeras obligaron a prescindir de él, y entonces, en el año 1880 decidió dedicarse a la pintura por entero.
También en esto halló áspero el camino. Empezó inspirándose, para sus croquis, en la vida de los mineros, mientras copiaba también grabados de Millet que tanto se había inclinado a los temas humildes. En el año 1881, apoyado por Théo (desde entonces en París), tomó lecciones en Bruselas y después en La Haya, y pintó pequeños lienzos de tonalidad sombría sobre humildes temas campesinos. Después, en la Academia de Amberes, mal avenido con sus profeso res, comprendió la importancia de los grabados japoneses; por fin, en marzo de 1886 trasladó a París, y entonces el radical cambio de ambiente y, sobre todo, el con- tacto con la moderna pintura francesa aclaró su paleta y transfiguró su estilo. En febrero de 1887 fijarse en Arles, y descubre el sol del Midi. Durante aquel año y el siguiente (hasta que su estado mental determinó su reclusión) realizó buen número de las que hoy se considera mundialmente como sus obras maestras; autorretratos, paisajes, pinturas de flores (en especial sus famosos Girasoles), retratos de gentes humildes, etc. Respondiendo a una indicación de Van Gogh, el 20 de octubre de 1888 Gauguin llegaba a Arles con el propósito de trabajar en común con el pintor holan- dés. Ya hemos aludido al final trágico que tuvo esta convivencia. Tras una dramática crisis, Van Gogh, después de intentar agredir a su amigo, se cercenó de un tajo la oreja derecha y envuelta en un sobre fue a entregarla a la atónita guardiana de un burdel; después regresó como pudo a su alojamiento, donde a la mañana siguiente Gauguin, acompañado del comisario de policía, le halló casi moribundo desangrándose en su cama. Pocos días después de este incidente, Vincent fue internado en el manicomio de Saint-Rémy, donde durante sus períodos de lucidez se le permitió pintar. En tal situación, que se prolongó hasta mayo de 1890, produjo unas 150 pinturas de fresco colorido, con pincelada ondulante, frenética: Los cipreses, Las mieses, el retrato del Dr. Rey, director del establecimiento frenopático, etc. Cuando se le consideró capaz de abandonar el manicomio, Van Gogh realizó un viaje a París y su hermano Théo decidió entonces instalarle en Auvers-sur-Oise, a los cuidados del doctor Gachet, refinado amateur, persona amable y comprensiva, que Van Gogh retrató en dos lienzos magistrales. Sin embargo persistían las crisis de melancolía. El 14 dejulio pintó la mairie del pueblo, engalanada con alegres gallardetes a causa de aquella festividad cívica; el día 29, sin terminar el lienzo que estaba pintando (hoy en el Museo de Amsterdam) y que representa un rubio trigal agitado por el viento, sobre el cual se cierne el vuelo de unos pájaros negros, Van Gogh se disparó un tiro en el tórax, y moría al día siguiente, tras una larga agonía, asistido por el Dr. Gachet y por Théo, que se había apresurado a acudir desde París.
A pesar del triste sino de Van Gogh, nunca su arte revistió las características que son generalmente consideradas como propias de las pinturas de los locos. Si es cierto que su estilo, sintético, muestra muchas veces una exaltada fogosidad, no lo es menos que casi siempre se apoya en un previo análisis realizado con minucias. Van Gogh profesaba a este respecto sus ideas. Escribirá a su hermano, al hablarle de la realización definitiva de su famoso lienzo El cuarto amarillo, que representa su dormitorio en Arles: «Esta vez se trata de mi dormitorio. Todo depende aquí del color y de sugerir las ideas de reposo o sueño dando, por simplificación, mayor vastedad al conjunto. La contemplación del cuadro debe proporcionar descanso a la mente, o mejor dicho a la imaginación. Las paredes son de tono violeta claro, el suelo de baldosas encarnadas, la madera de la cama y de la silla de un amarillo de mantequilla fresca, las sábanas y almohadas de un verde limón muy claro, el cubrecama rojo escarlata, la ventana verde, la mesa en que están las cosas con que me lavo, anaranjada, la jofaina azul, las puertas lila. Esto es todo… Nada más, en esta habitación con la ventana entornada. La solidez de los muebles debe expresar reposo profundo. Respecto al marco, como en el lienzo no hay blancos, convendrá que sea blanco».