Abundan también retratos de personajes. femeninos de la familia imperial. El de la primera Agripina, esposa del glorioso Germánico, lleva todavía los largos bucles pendientes y la corta trenza en la nuca, peculiar del último período de la República; la segunda Agripina va ya con el cabello partido, como la emperatriz Livia. que es característico de los retratos de la época de Augusto y sus sucesores.
Igual peinado lleva la hermosísima Antonia, la madre de Germánico, retratada como la ninfa Clitia saliendo del cáliz de una flor. Toda la gracia de la naturaleza femenina está expresada en este busto, con uno de los senos al descubierto, pero aún con algo del pudor y nobleza tradicionales de las grandes damas republicanas. Hay también una maravillosa combinación del idealismo con que se ha figurado aquel personaje real casi transformado en flor, pero conservando el parecido de la fisonomía y el tocado, enteramente a la moda de su tiempo. Otro retrato bellísimo es el de la llamada Minacia Pola, una muchacha muerta a la edad de catorce años, según reza la inscripción que se encontró con el retrato en la cámara sepulcral.
Muchos otros personajes han sido identificados no sólo por las inscripciones, sino también por medallas. Los personajes secundarios de la casa imperial solían acuñar piezas de los metales en curso con soberbios retratos suyos o de sus parientes. Una alegoría de la persona conmemorada o el relieve de algún objeto que el difunto tuvo en estima llenaba el reverso. Por ejemplo, la medalla de Agripina muestra, en el reverso, el detalle pintoresco del carpentum, o sea el coche en que trasladó a Roma las cenizas de Druso.
A Roma, nueva capital del mundo, se trasladaron desde Alejandría y Pérgamo los decoradores mosaistas, los grabadores de gemas y los plateros. Los nobles, y aun los plebeyos ricos, quisieron poseer vajillas magníficas de plata. El maravilloso tesoro encontrado en Boscoreale, cerca de Nápoles, el cual se compone de una infinidad de tazas de plata y vasos preciosos, debió de pertenecer a un personaje de la familia imperial, porque en uno de los vasos está representado el triunfo de Tiberio. Pero otro tesoro del mismo género, descubierto en Hildesheim, indica que los funcionarios y aun los generales que defendían la frontera del Imperio sentían asimismo la necesidad de poseer riquísima vajilla, a pesar de encontrarse alejados de la capital, en la soledad de un campamento.
Los pequeños muebles en bronce, repujado o fundido, nos dan a conocer también el arte exquisito de estos artistas imperiales. Entre los muchos objetos encontrados en Pompeya descuella un precioso brasero sostenido por tres faunos que tienden la mano hacia delante, con el gesto instintivo que suele hacerse para probar el grado de calor de un cuerpo en ignición. Pero acaso los bronces más bellos de esta época sean los que decoraban la nave de Tiberio, sumergida en el lago de Nemi, pequeño cráter apagado de los montes Albanos que forma un delicioso lago llamado el espejo de Diana. Tenemos también, esparcidos por los museos, objetos bellísimos de mármol de esta época imperial, impregnados aún de helenismo. Así, por ejemplo, el fino candelabro con varios pisos de hojas de acanto que, procedente del palacio Barberini, se admira en el Museo Vaticano. El gran jarro en forma de rython, encontrado quizá en el lugar del huerto de Mecenas, debe de reproducir un tipo alejandrino; el cuerpo de mármol termina también en un animal fantástico que tiene en la parte anterior del cuerpo un agujero por donde mana el agua.
Muchos vasos y jarrones de mármol de esta época tienen ya el vientre decorado con relieves animados; otros sólo decoraciones vegetales, con los motivos preferidos de ramas de laurel y acantos.Desconocemos en su mayoría los nombres de estos grandes artistas que, protegidos por la familia imperial y los patricios filohelenos de la época de Augusto y sus sucesores, ejecutaron tan bellas obras de las artes suntuarias. Sabemos de manera positiva que trabajaron para Augusto dos griegos llamados Sauros y Batracos, que acaso fueron los decoradores del Ara Pacis. Plinio menciona a un tal Dioscorides, procedente del Asia Menor, que trabajaba en Roma, y del cual poseemos algunos camafeos de bastante mérito. Al mismo artista se atribuye el gran camafeo de Francia, que representa la glorificación de Germánico. Augusto y Livia, sentados entre un grupo de otros individuos de su familia, ven ascender al Olimpo la noble figura del glorioso general romano guiada por la Victoria. Al pie, en un registro inferior, están representados los bárbaros vencidos.