VENECIA, por sus relaciones constantes con el Oriente, se había conservado fiel al arte bizantino. Era, realmente, más bien una colonia espiritual de Bizancio que otra provincia de la nueva Italia abierta ya al aura renovadora del Renacimiento. El viajero que estudia las pinturas primitivas de los museos y los frescos de las iglesias románicas de Toscana y del Lacio ve cómo, ya en la primera mitad del siglo xvm, los pintores que preceden a Giotto, a Duc cio y a Cavallini empiezan a lanzarse por las nuevas vías del gran arte italiano. Venecia no participa de este movimiento. Giotto y en escultura Giovanni de Pisa, en el siglo xiv, llegan hasta Padua; en el xv, Donatello y Verrocchio van también al territorio de la República Serenísima para ejecutar encargos; pero hasta después de la caída de Constantinopla no puede decir se que haya existido un verdadero arte ve neciano, es decir, un arte con sello propio, en Venecia, ni en lo tocante a pintura, ni por lo que se refiere a escultura.
Venecia entra en escena cuando, agotada Toscana, la pintura y la escultura, con Rafael y Miguel Angel, han producido en Roma frutos de completa madurez. Entonces es cuando, superada una etapa de transición, en que se evolucionó de lo bizan- tino a lo gótico, por fin los pintores venecianos, llenos ya de un fogoso entusiasmo por el color y de un deseo profundo de evocar la vida de la naturaleza, acaso más que interesados por las formas, rejuvenecen el arte italiano, prolongando así su evolución por espacio de otro medio siglo. Antes, el proceso que determinó la independización de esta escuela de Venecia res pecto de las antiguas normas del bizantinismo fue lento y trabajoso; durante el siglo xv la pintura veneciana fue predominantemente gótica, si bien desde mediados del siglo algunos autores, como Antonio Vivarini, recogen elementos de florentinismo que sobre todo se manifiestan en la corporeidad de las figuras dentro de un ambiente atmosférico ya claramente logrado, mientras que en otros maestros, como en el refinado Carlo Crivelli, apuntan principalmente influencias de la pintura contemporánea paduana, con detalles de especiosa y complicada monumentalidad o alardes de anecdótico naturalismo.
Alvise Vivarini, en la segunda mitad del siglo xv, es ya un autor renacentista; pero los primeros grandes pintores del renacimiento veneciano son, sin duda, los hermanos Bellini. Su padre, Giacomo Bellini, era un pintor de relativo mérito que se había formado en la escuela de Umbría, derivada de la toscana. Sus hijos, Juan (llamado Giambellino) y Gentile, conservaron el álbum de dibujos de su padre como una reliquia. preciosa. Su hermana, Nicolasa Bellini, se casó con el pintor paduano Mantegna, y en el taller de los Bellini se formó el joven Giorgione, que había de ser el maestro de Tiziano. Así, por tanto, los dos hermanos Bellini son el eslabón que enlaza el precedente arte italiano con la nueva etapa que se desarrolla en Venecia. Gentile parece haber sido el mayor de los dos hermanos. Por algunos documentos resulta que tenían su taller cerca de San Marcos. El nombre y la reputación profesional de los Bellini llenaron en Venecia toda la segunda mitad del siglo xv; ambos recibieron encargos muy valiosos y percibieron sueldos fijos como pintores de la República. Cuando el sultán Mohamed II escribió al Senado de Venecia para que le mandara un buen pintor, la República, acaso para no desprenderse de Juan, ocupado en su servicio, envió a Gentile a Constantinopla. «El Gran Turco recibió a Gentile Bellini dice Vasari muy amablemente, sobre todo cuando vio su retrato tan divinamente reproducido…» Gentile volvió a Venecia lleno de impresiones y recuerdos de Oriente; en los fondos de sus cuadros aparecen a veces alminares y torres, y las muchedumbres llevan turbantes, como en el Cairo o Constantinopla. El proyecto de Leonardo, ofreciéndose al sultán, hubo de ser un veneciano quien lo realizara. Este primer pintor veneciano, movido por la tradición, acude todavía a la vieja Bi- zancio, convertida en baluarte de los turcos. Gentile hizo aún, después de su regreso, varias pinturas del género en que más tarde tenía que especializarse Carpaccio; con motivo de alguna escena de la vida de un santo, pintó perspectivas de ciudad, calles y plazas y agrupaciones populares.
Gentile falleció en 1507, nueve años antes que su hermano Juan o Giambellino, de cuya muerte conocemos la fecha por una nota del diario de Marino Sanuto: 15 de noviembre de 1516. «Esta mañana hemos sabido que Zuan Bellini, el excelente pintor, ha fallecido. Su fama corre por todo el orbe, y viejo como era, pintaba aún admirablemente. Ha sido enterrado en San Zenópolo, en la misma tumba que Zentil Bellini, su hermano.»