En la época de los Césares empiezan a construirse en Roma tumbas gigantescas. Una de ellas, al lado de la puerta Ostiense, tiene la forma de pirámide toda de mármol y en una de sus caras lleva la inscripción dedicatoria a un tal Cayo Sexto. La pirámide de Cayo Sexto es una prueba de las relaciones y simpatías de los romanos del primer siglo de la época imperial por el Egipto helenístico de los Tolomeos. Sin embargo, la tumba del tipo de pirámide no hizo fortuna en Roma. Las cenizas de Augusto y los individuos de su familia fue ron conservadas en un edificio circular erigido en el campo de Marte, hoy desfigurado por completo porque su vasta cámara interior se transformó por los Papas en una sala de conciertos. Exteriormente debía de ser como una inmensa torre coronada por un montículo de tierra con cipreses, recordando acaso los túmulos etruscos, aunque el basamento fuera ya mucho más monumental. Una torre de este género, bastante bien conservada, está en la Vía Appia, fuera de Roma, y en ella puede leerse una inscripción que dice ser la tumba de Cecilia Metela, nuera del triunviro Craso y contemporánea, por lo tanto, de Augusto. Dentro de la gran mole maciza, que en la Edad Media sirvió de torre de un castillo de los Colonna, hay una pequeña cámara, con cubierta cónica, donde estaba el sarcófago. No sólo los grandes patricios se hicieron construir así espléndidos mausoleos, sino también los simples burgueses y hasta los artesanos, como el panadero Eurisarce, cuya tumba monumental, con grandes agujeros como las bocas de un horno, muestra en la parte superior un friso con escenas de su oficio. La casa romana conservó el tradicional atrio durante la época imperial. Así como la casa griega se desarrollaba alrededor de un patio, y ya hemos visto que de este tipo eran las casas de Delos y Priene, la casa romana tenía el atrio, otro elemento central. El atrio era una sala cubierta, con una abertura única en el techo que se llamaba impluvium. Por allí entraba la luz, por allí caía el agua de la lluvia; por esto, debajo del impluvium había un aljibe de poca profundidad para recoger el agua del tejado. Así el antiguo romano no dependía de nadie ni a nadie imponía servidumbre. La casa romana, que había comenzado siendo tan sólo un atrio, habitación común para todo y para todos, fue después aumentando sus dependencias de modo indefinido. El primer atrio se rodeó de cámaras por cuatro lados; después se le agregó otro atrio con nuevas habitaciones, y muchas veces también detrás un jardín con un pórtico posterior. Así, la casa sufrió, como todas las demás producciones del arte y de la vida, la penetración de las ideas helenísticas, y aun conservando el atrio tradicional, se transformó con el patio, los pórticos y columnas en una casa griega. Estaba ya dotada de patio la llamada casa de Livia, en el Palatino, morada de algún personaje importante de la familia imperial, acaso el propio Augusto, acaso Germánico, que se conservó después por respeto englobada en las grandes construcciones posteriores. En muchas casas de Pompeya vemos también los dos elementos: después de un pequeño vestíbulo que conduce al atrio tradicional romano, con su impluvium en el centro, se encuentra un patio con pórtico a la manera griega.
Los triclinia, o alcobas del atrio de las casas romanas, están decorados con mármoles y, más a menudo, por economía, con estucos pintados, entre los cuales se distinguen cuatro estilos. Al principio, la pared se ha decorado con revestimientos, con molduras pintadas que imitan a veces puertas y pilastras, pero todo figurado como si fuera de relieve en la pared. Este procedimiento constituye el primer estilo de la decoración romana, llamado el de las incrustaciones, porque los revestimientos simulados con el fresco parecen incrustaciones de materiales más ricos que los de la pared.
El segundo estilo de decoración de las casas de Pompeya, que parece algo posterior al de las incrustaciones, es el que se ha llamado estilo arquitectónico, porque en la pared se han figurado elementos arquitectónicos en perspectiva, pero con un aspecto del todo lógico, es decir, que tratan de dar idea precisamente de verdaderas construcciones, con columnas avanzadas que figuran destacarse del muro para producir así un efecto de profundidad que ensanche la habitación.
Este segundo estilo deriva, evidentemente, del anterior. En las primitivas casas republicanas, los revestimientos son simplicisimos, representando tan sólo almohadillas de mármol, más pronto avanzan los elementos arquitectónicos para figurar en la perspectiva. La decoración de la casa de Livia, en el Palatino, fluctúa entre los dos estilos: ciertas partes de esta decoración son ya del estilo arquitectónico; otras, en cambio, pertenecen aún al primer estilo de las incrustaciones. Hay allí un delicioso motivo de revestimiento plano, combinado con medias pilastras, y unas guirnaldas de hojas y frutos, como las que decoraban el interior del Ara Pacis, que ya dan la impresión del relieve o de proyectarse fuera de la pared.